Cuando comenzamos a darnos cuenta de que
nuestros padres o nuestra pareja pueden llegar
a ser un riesgo manejando, se nos hace un
nudo en la garganta. ¿Cómo se lo podemos
transmitir? Sabemos que es un elemento
esencial de su independencia y que forma
parte de su vida cotidiana, pero si vemos que
nuestro padre ignora la señal de detención
o que nuestra pareja no frena hasta último
momento, tal vez haya que intervenir. Existen
varias maneras.
El primer punto que deben tener en claro los
familiares es que no todos los conductores de
avanzada edad representan un riesgo para la
seguridad vial. En líneas generales, este grupo
etario suele verse mucho menos involucrado
en accidentes de tránsito que las personas
más jóvenes.
Sin embargo, “los datos demuestran que las
personas mayores de 75 años sí son un grupo
de riesgo vinculado a los accidentes”, dice la
psicóloga especializada en cuestiones viales
Andrea Häussler. Muchas personas, con la
edad, dejan de oír y de ver bien, además de
perder ciertas capacidades motrices, como la
mirada por sobre el hombro antes de doblar.
Debilitamiento de la
concentración y la atención
“También es natural que la capacidad de
concentración y de atención se vayan
perdiendo con la edad”, dice Claudia Happe,
especializada en cuestiones de psicología vial.
A eso se suma que aumenta la probabilidad
de padecer otras enfermedades, con lo cual la
persona en cuestión se ve más expuesta a sufrir
posibles efectos secundarios de medicamentos
que derivan en una menor seguridad a la hora
de conducir.
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licencia es todo un símbolo de independencia
para mucha gente, es la posibilidad de decidir
por sí mismos qué quieren hacer y adónde ir.
Renunciar a eso es un paso muy doloroso.
Por eso es necesario que los familiares aborden
el tema con la precaución que merece. Una
posibilidad es describir del modo más objetivo
posible las observaciones que se hacen sobre
el modo de conducir del otro y transmitir en todo
caso la preocupación o los miedos que eso
genera. “El objetivo es desdramatizar el tema
y generar ideas entre todos sobre cuál sería
un buen modo de organizar la movilidad en el
futuro”, dice la psicóloga vial Birgit Scheucher.
Lo positivo es que existen varias soluciones
entre los extremos de ”dejemos todo como
estaba” y “se acabó, me llevo la licencia”.
La radicalidad no
siempre es necesaria
Una posibilidad sería que la persona en
cuestión hiciera más pausas entremedio o
que deje de conducir cuando llueve o cuando
está oscuro. “Si una persona consume alguna
medicación que no tiene un efecto tan fuerte
por las mañanas, podría aprovechar esa hora
del día para salir con el coche”, dice Häussler.
Además, si alguien decide dejar de manejar,
igual puede conservar la licencia.
La mejor solución es la que se adapta a las
necesidades y capacidades de cada uno. A
veces, las soluciones no se encuentran de un
momento a otro y tal vez sirva contar con la
mirada de alguien externo. Podría pedírsele
por ejemplo a un profesor de conducción
que dé una vuelta con la persona y le dé su
parecer. Algunas instituciones también ofrecen
chequeos o tests de movilidad que pueden
ayudar a la hora de tomar una decisión.
Por Ricarda Dieckmann (dpa)
Muchos cambios se van dando poco a poco y
llaman más la atención de la gente que rodea al
afectado que a quien los está experimentando.
Sin embargo, “muchas personas mayores
notan por sí mismas cuando no se sienten
del todo cómodas manejando y actúan en
consecuencia”, observa Andrea Häussler.
Otras, en cambio, no dejan de manejar aunque
sus familiares desearían que lo hicieran.
Cuando se acumulan muchos errores graves al
volante o si incluso se produce un accidente, las
señales son claras. De todos modos, también
hay manifestaciones algo más sutiles que son
indicadores de que la capacidad para conducir
está mermando. “Por ejemplo, si una persona
muestra reaciones tardías ante el semáforo en
reiteradas oportunidades o duda a la hora de
dar prioridad de paso a otro vehículo”, advierte
Claudia Happe. “O cuando la persona de
repente duda mucho o se niega a conducir en
tramos desconocidos, eso también puede ser
un indicador”, añade.
Si alguien pierde cada vez más la paciencia
al conducir e insulta cada vez más o se enoja
mucho con otros conductores, puede ser una
señal de inseguridad. Otro indicador es el
estado del coche. “A más tardar cuando uno
tiene cierto miedo de ir en coche con la persona
mayor al volante es hora de poner el tema
sobre la mesa”, recomienda Häussler.
La licencia de conducir,
símbolo de la independencia
Tener esa conversación no es nada fácil para
ninguna de las partes. “Para los mayores, que
tal vez estuvieron décadas manejando sin tener
ni un solo accidente, es muy difícil sentir que
se les señala algo que supuestamente hacen
mal”, observa Happe. También sucede que la
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