Por Ricarda Dieckmann (dpa)
Todo el día está ocupado con actividades:
trabajar, poner la ropa a lavar, presentar la
declaración impositiva, llamar al plomero, pedir
un turno médico... Cuando terminamos el día,
comienza el momento de “relax”, el tiempo
libre, y con tal de aprovecharlo, posponemos
cada vez más el momento de acostarnos.
Ese modo de ir posponiendo el momento
en que uno se va a la cama y apaga la luz
inglés: “Revenge Bedtime Procrastination”
(procrastinación a la hora de dormir). Describe
el fenómeno que se da cuando una persona
“pospone reiteradamente el momento de irse
a dormir, a pesar de que todas las condiciones
para ello están dadas y a pesar de saber que
no hacerlo deriva en un cansancio extremo
al día siguiente”, explica la psicóloga Anna
Höcker, de Alemania.
¿Pero por qué hay tantas personas que
tienden a comportarse así? La primera palabra
en la denominación del fenómeno es la que
tal vez lo explique por qué: “Revenge”, que en
español es “revancha” o
“venganza”.
“Es una palabra que en forma implícita dice
que se trata de un comportamiento que busca
recuperar el tiempo libre, la alegría y el sentido
de la vida en esas horas de la noche”, explica
Anna Höcker, como si fuese una especie
de burla al día y a la rutina, que confronta a
muchas personas con listas interminables de
obligaciones.
El problema, sin embargo, es que muchas
personas pasan ese tiempo que “le ganan” al
día sentados frente al televisor, y no haciendo
un hobby creativo, en la bañera o leyendo un
libro.
La pandemia reforzó ese comportamiento, dice
Alfred Wiater, que trabaja en particular sobre
el tema del sueño desde un punto de vista
médico. El teletrabajo, el cuidado de los niños,
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las tareas domésticas y las preocupaciones
que desató la pandemia hicieron que el tiempo
libre y las posibilidades de recuperarse se
redujeran.
“Eso lleva a que sea bastante tentador por la
buscar simplemente distracción”, explica.
Pero es necesario prestar atención, porque
lo que suena como un cuidado de la propia
persona cuando a las 23:30 horas nos decimos
“estoy haciendo algo que me hace bien, me
doy un rato y me lo merezco”, puede terminar
para la salud en el largo plazo.
Porque posponer permanentemente la hora
de acostarse deriva inevitablemente en una
falta de sueño, y no es para tomarlo a la ligera,
apunta Wiater. Es bien sabido que la falta de
sueño afecta la capacidad de concentración y
el rendimiento.
el riesgo de cometer errores y de generar
accidentes”, recuerda el especialista. Y el mal
humor también va de la mano del cansancio
físico.
A eso se suma que el sistema inmunológico,
el cardiovascular y el metabolismo necesitan
saludablemente, de modo que cuidarse
de animalitos tiernos en la web, ni quedarse
viendo series o debates en televisión hasta no
dar más, sino organizarse para dormir lo que
el cuerpo necesite.
¿Cómo deshacerse de la procrastinación
cuando ya está tan arraigada? Hay una buena
noticia: se trata de un comportamiento que
se puede desaprender. “Solo un pequeño
porcentaje de las personas que procrastinan
requiere de ayuda profesional”, indica Wiater.
Si uno siente estar en ese grupo, si padece
mucho el hecho de dejar para después cosas
que tiene que hacer, puede recurrir a un
terapeuta. Todos los demás pueden iniciar
dando pequeños pasos que les harán sentir
cambios.
Como primer paso, Anna Höcker recomienda
preguntarse qué función cumple la
procrastinación del sueño para cada uno. ¿Es
porque uno quiere recuperar tiempo perdido
que no tuvo en el día? ”En ese caso, sería
bueno intentar buscar más alegría, liviandad,
espacio y cosas que le den sentido a todo
durante el día para evitar tener la sensación
de tener que robarle el tiempo a la noche”,
señala.
En cambio, si una persona intenta posponer el
momento de ir a dormir y apagar la luz porque
ahí es cuando comienza a darle vueltas la
cabeza, debería proponerse procesar de
algún modo los problemas que no le permiten
dormir en paz.
También puede ser que uno no sufra en
absoluto de una procrastinación del sueño,
sino que simplemente tenga un cuerpo que
no suele sentir la necesidad de irse a dormir
antes de la medianoche.
“En esos casos, puede que sea útil armar la
rutina diaria de modo que se corresponda
mejor con el ritmo biológico, por ejemplo,
laboral”, recomienda Höcker.
Una vez que ya se sabe por qué se pospone
el momento del sueño, pueden incorporarse
truquitos para ir quitándose el hábito. Según
Wiater, la medida más importante es ponerse
el despertador, pero no para levantarse por la
mañana, sino justamente para acostarse por
la noche. Que suene el despertador será un
llamado de atención que indicará la hora a la
que uno debiera irse a la cama para dormir lo
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